Prólogo

El hilo temático del presente trabajo se desarrolla conforme al recuerdo  de preguntas formuladas por mis pacientes   durante mi labor de sicoterapeuta; a los  que agradezco que de esta  forma  me motivaron a profundizar la reflexión , estudio e investigación de lo que se me propuso como interrogantes,  cuya contestación  requirió  de una detenida lectura de lo escrito desde tiempos antiguos, en distintas geografías y enmarcados por modos de ser y  de hacer diferentes  a lo largo de los tiempos, y con ello reavivar la llama de mis estudios filo-teológicos realizados en mi juventud[1].

El hombre de hoy,   de distintas formas,  expresa su prevención, recelo y escrúpulos sobre la validez de las respuestas dadas desde las perspectivas y paradigmas filosóficos y/o científicos vigentes acerca de  temas y problemas atinentes  a la condición humana,  respuestas   que en muchos casos juzga dudosas, controversiales y hasta inapropiadas, cuando  responden a interrogantes como:

“¿Quién soy?   ¿Por qué existe el mal?   ¿Dónde voy? ¿Qué hay después de esta vida?”

El peregrinar civilizatorio de la humanidad se cristaliza en la integración progresiva de la conciencia de sí mismo, el próximo y de Dios (no necesariamente en este orden). El hombre, a medida que concibe y configura imágenes mentales de la realidad cada vez más certeras y conformes entre sí, puede sacar conclusiones auténticas y asumir criterios que lo orienten hacia la verdad, con juicios y proposiciones racionales, veraces, claras, sin lisonjas ni rebozos.

SS Juan Pablo II denominó la regla mínima a la exhortación: “conócete a ti mismo”.

Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y confrontarse con ella. Es un camino que se ha desarrollado -no podía ser de otro modo- dentro del horizonte de la autoconciencia personal: al hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo y más se conoce a sí mismo en unicidad, le resulta más urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia existencia. Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte por ello en parte de nuestra vida. La exhortación "conócete a ti mismo" estaba esculpida en el dintel del templo de Delfos para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla mínima por todo hombre deseoso de distinguirse en medio de toda la creación, calificándose como ‘hombre’ precisamente en cuanto ‘conocedor de sí mismo’ ”[2]

La convicción personal que las Sagradas Escrituras (y el Apocalipsis en el caso que nos ocupa), representan la prueba que permite revelar -conforme a su interpretación y respuestas - las áreas más profundas de la intención última del lector respecto a su existencia personal y comunitaria;   fue lo que dio origen a estas líneas, como una posible respuesta a los legítimos interrogantes planteados renglones anteriores.

Mi experiencia religiosa[3] despertó una nueva  perspectiva desde donde pude observar  la  indiferencia de vastos sectores de la comunidad de salud mental (cuyo rigor científico por otro lado comparto) que apoyados en argumentos reduccionistas y/o preterizantes (cientificistas en algunos casos, prejuiciosos en otros) pretenden cercenar lo religioso de la totalidad concreta del hombre, al que por otro lado dicen representar  y  definir, dándole un protagonismo deificante. Ante esta contradicción, que por un lado lo engrandecen y por el otro lo rebajan a nivel de un ser sin  conciencia de sí mismo y sin rumbo trascendente, me hice la siguiente pregunta: 

 ¿Por qué se cercenó de la sicoterapia el contenido religioso que el paciente presenta como interrogante  -implícito o no-  a resolver? [4]

Paso seguido surgió la necesidad de presentar  académicamente este interrogante en el diseño-planteo y defensa de mi tesis doctoral y en posteriores charlas y artículos sobre lo que se perfiló como  objeto de investigación: la conducta religiosa observada -en lo dicho/hecho-  durante la sesión terapéutica y en el ámbito de sesiones individuales y/o grupales.

  El marco teórico que sustentaba la práctica de la  sicoterapia preponderante en los años 1980,  se enmarcaba en una gama conceptual muy diversa que iba desde la perspectiva positivista al apego reverencial a la obra freudiana,  desde y hacia donde se orientaba todo intento oficial en la materia.

No conforme con tales perspectivas, por mis observaciones y escucha de las necesidades del paciente en la práctica hospitalaria y en mi consultorio, me propuse indagar (desde el enfoque fenomenológico) la comprensión de la realidad concreta e inmediata de la experiencia configuradora del marco donde se expresa la conducta general y la religiosa en particular durante las sesiones terapéuticas, tarea que me condujo al esfuerzo de precisar conceptos y de definir mejor el proyecto de proponer el estudio de la conducta religiosa en sicoterapia, lo que me hizo abrir las puertas y darle la bienvenida a ese "algo más", desde donde tal conducta  obtiene su fuente-sentido e inteligibilidad, bajo la moción del soplo de dos inquietudes: la del cristiano y la del sicólogo.

Como cristiano creo que todo hombre está ordenado al fin sobrenatural propuesto por el designio salvífico de Dios para toda su creación. Como sicólogo asumo que la razón y la experimentación científica  -por sus límites epistemológicos-no permiten adoptar ni rechazar la fe,  lo que entiendo que de modo alguno limita abordar al  ser humano total (sico-físico-social-espiritual) expresado  en su sufrimiento  denunciante del vacío y sinsentido de su vida;  que escuchado en su totalidad,  constituye el síntoma más elocuente  y revelador de los malestares que anidan en  los estratos profundos  de las instituciones culturales  de hoy.

La conducta religiosa y  el  sufriente conforman una ecuación privilegiada que posee la fuerza suficiente para develar fácticamente -en su descripción-  el dato objetivo, descifrable, tabulable (cuali y cuantitativamente) a partir de lo cual se pueden  cuestionar y discutir   las múltiples implicaciones que permiten diferenciar lo que quiere decir y hacia a dónde apunta la vacuidad denunciante   y formular la pregunta: ¿ De qué está desierto, triste, solo, el hombre de hoy?.

Observar el encuadre, el contexto y la situación en que se experimenta tal estado de desesperanza,  denota la ausencia  de lo anhelado en las propuestas socioculturales en vigencia, evidenciando las carencias del relativismo racionalista presentado por ellas como valor a preservar,  en especial en lo atinente a la oposición y rivalidad con lo Real  -entendido como lo que tiene existencia verdadera y efectiva-   dador gratuito que se intuye portador de paz y esperanza ante el subjetivismo solipsista multifacético,  que aquí proponemos como un causante de tal  desesperación.

Esta observación dio fundamento a la lectura del texto del Apocalipsis como la respuesta profética revelada por Dios y testimoniada por Juan sobre las fuerzas de insospechado poder que están en marcha "YA”, en tanto revelante del Amor que perdona y reconcilia con la exasperación y agonía del vacío y sinsentido de un sector de su propia creación, por ahora devenida en contraria.

La conducta religiosa, para este autor,  expresa y connota toda conducta humana que de manera explícita-conciente o implícita-inconciente, busca un acercamiento a lo Real en cada momento y circunstancia de la vida diaria, intuyendo o anhelando a lo Absoluto (lo Real) como solución de las fuentes de su  desconsuelo y desorientación, emanadas de especulaciones humanas relativas.

Posición que reformula  la cosmovisión de los esquemas tradicionales (en las motivaciones y fines generales de la conducta)   que proponen  principios  como el de placer (Sigmund Freud);  el afán de poder (Alfred Adler) ;  de los arquetipos (K. Jung) que sostiene que  las energías síquicas del individuo fluyen en la vida social expresadas en  los símbolos arquetípicos, de los que depende el desarrollo de la personalidad individual[5] ; o donde la voluntad primaria de sentido se encuentra en la meta del hombre  y es intelectualmente conocida y libremente aceptada (Viktor Frankl),  quienes entre otros autores , encuadran  su concepción del hombre desde el hombre. Consideramos que estos tratadistas  promueven el conocimiento de sí mismo con la promesa que proporciona algún tipo de poder sobre el próximo y él mismo.

En nuestra propuesta, tal conocimiento  toma valor y sentido en la renuncia posterior que el cristiano hace de él, permitiendo con esto que la voluntad salvífica de Dios opere libremente y oriente el rumbo de su existencia. Tal el caso formulado por San Agustín, cuyo marco de motivos y metas de la conducta del hombre está encuadrado  en la presencia de Dios como el totalmente Otro, relación trascendente que se inicia y perfecciona en el plano inmanente de la relación entre los hombres. [6]

Sabios de las ciencias sociales y humanas denuncian la configuración esquizoidal y depresógena de la cultura en que vivimos  -a nuestro juicio lo natural a suceder- debido a la finitud de  sus fuentes, medios y fines, que en tanto relativos en su dialéctica, generan circunstancias de abandonos, pérdidas y  rechazos donde sus líderes pasan a ser los concientes distribuidores del mismo sufrimiento, que a su modo ellos mismos padecerán en el transcurso de sus  vidas.

Tal estado de cosas (que cada uno soporta a su manera) hace que la vida transcurra y se experimente como una tensión en búsqueda de algo o alguien que se intuye/anhela pueda dar significado y rumbo a la energía que lo hace auto-percibirse vivo.

En Hechos de los Apóstoles San Pablo plantea esta cuestión así:

 “…El creó, de un solo principio, todo el linaje humano,…con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos…"   (Cf Hch 17,26-28)

A esta respuesta de búsqueda de la realidad que plenifique  el significado y el sentido de la vida,  es lo que aquí llamo  como sicólogo  : conducta y propongo  -en función de la fe cristiana-  al totalmente Otro,  que en cada "YA" se muestra, efectiva y operativamente,  como el objeto anhelado.

De ahí que con la expresión conducta religiosa designo  a la respuesta en la búsqueda (en la que necesariamente está implicada toda persona), de la  solución al sufrimiento propio de la condición humana. Recordando que lo esencial  del cristiano es tratar de asistir a todo sufrimiento (Cf  Mt 25, 34-40), atento que en mi  sufrir  y el del próximo es Cristo quien llora (Cf  Hch 17,26-28).

Propongo a  la conducta religiosa como  expresión genuina del sufrimiento humano y como  gestora del gobierno que guía el rumbo del comportamiento  cuando la persona conciente de su desesperación, responsablemente contesta   -por sí o por no-   al más universal y profundo de los interrogantes  humanos:

 

 ¿La vida humana quiere decir algo y conducir hacia algo-alguien?

¿El hombre se dirige o no hacia alguna parte?

¿Hay algo después de la muerte?

 

  Contestación que da el Apocalipsis  que comentaremos a continuación.

 

                                                                                         Armando Javier Fermani

                                                                                   Resistencia, agosto de 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Con la dirección de estudios  (designación realizada por Mons. José A. Marozzi, Obispo de Resistencia) del  P. Dr. Ulpiano López Pérez S. J., Doctor en Filosofía, en Teología y en Derecho. Profesor Universidad Pontificia Gregoriana, Roma. Confesor del ex Rey Alfonso XIII de España, a quien asistió espiritualmente en su agonía. El P. López dejó todos los halagos del mundo para instalarse en la Isla del Cerrito(Chaco), consagrándose a la evangelización y consuelo de los enfermos de lepra.

[2] Juan Pablo II . Fides et Ratio (Fe y Razón) Carta Encíclica sobre las relaciones entre Fe y Razón. Publicada  14 de septiembre de 1998. Juan Pablo II. Papa. Buenos Aires: Paulinas ,  1998, pág. 5

[3] relatada en un libro de mi autoría de próxima aparición: La Realiencia

[4] Armando J. Fermani. Tesis doctoral en sicología: Contenidos Religiosos en Sicoterapia. Buenos Aires: Universidad del Salvador, 1991. Calificación: Cum Laude (10 diez)

[5] Cf  Ira Progoff. La sicología de CG Jung y su significación social, Buenos Aires: Paidós, 1977, pág 270.

[6] Cf  San Agustín, La ciudad de Dios,  Buenos Aires: Club de lectores, 2007